Llueve, llueve, llueve. Estoy aquí, recluida en este cementerio de animales donde las luces permanecen apagadas y el sol no ha dejado ver su rostro. Respirando el aire que escasea en áreas donde solo las ratas y las cucarachas sobreviven y los olores putrefactos que dejan las cañerías por las que desfila la mierda de los que me juzgan, sólo por atreverme a decir la verdad, me obligan a olvidar lo bien que huele la tierra mojada, las hojas de hierba y el jengibre.
Condenada a cien años de soledad por revelar secretos, o tal vez por revelarme, no lo sé, pero no se trata de injusticias, se trata de que todos estarán presentes en el matrimonio del cielo y el infierno y no podré ver como Dios pone la argolla en las delicadas manos de Satanás y le jura amor eterno. Qué extraño, no haber hecho caso a la dama del silencio. Yo tenía la verdad absoluta y cuando logré vomitarla después de miles de intentos las hadas cortaron las orejas de todo ser viviente.
Muerte, muerte, muerte. Las intermitencias de la muerte me asustan, ella me espera con ansias, empieza a saborear el dolor, el llanto, la sangre. Quiere que sea su compañera en el largo viaje al centro de la tierra, donde no hay fuego ni demonios como todos imaginan. Allí, el alma se congela, los sentidos se van apagando poco a poco, hasta que solo queda piel, hueso y vacío, pero es una agonía constante y mientras más se avanza más lejos está el fin, más lejos que caminar de la tierra a la luna, más doloroso que saber que no será posible hacer realidad mi país inventado antes del fin.
No soy Alicia en el país de las maravillas, nadie va a despertarme de la pesadilla o del hermoso sueño que me consume – aún no se si lo disfruto o lo aborrezco- , ni siquiera los tres mosqueteros. Mi piel se eriza y percibe cada movimiento, es aún más real que las fuertes olas en un mar revuelto, ráfagas de viento del olvido pasan, me sigo preguntando ¿porqué encierran en una jaula a la dama del silencio? Sólo recuerdo el túnel por el que transitábamos mientras los látigos deformaban mi espalda hasta llegar a mi actual ratonera, solo me consuela saber que después empezará la madrugada.
Perdón, perdón, perdón. Ellos y ellas esperaban que saliera de mi boca dicha palabra, pero mis labios, mi lengua, mi mandíbula, mi nariz y mi garganta no lograban coordinarse para nombrarla, solo silencio, sólo, silencio. Dos hombres participaron del juicio, don Quijote de la mancha; él sabía que mi verdad era la única pero decidió callar y dejarse llevar por las multitudes, El conde de Montecristo; los ojos de hierro y el alma de agua, yo lo intuía, ahora en su vida sólo debe haber remordimiento por haberme juzgado, por haber juzgado a la dama del silencio.
María, María lo sabe todo, es mi haz bajo la manga, el cantar de cantares, mi última oportunidad. Éramos como el arte y el artesano, recuerdo cuando estábamos en el club de los martes y soñábamos con vivir la historia de Romeo y Julieta, la fantasía estaba presente por aquellos días y tratábamos de impedir que se marchara aunque muchos quisieran espantarla con esas realidades absurdas, inculcando en otros el miedo y llenando el mundo de limitaciones, fue difícil vivir la metamorfosis de mujeres soñadoras a mujeres sometidas a la mentira y el dolor, no quedaba más remedio que hacer silencio.
Locura, locura, locura. Ya me queda poco cabello, la piel está cada vez más herida y mis pensamientos incoherentes. Tiemblo, mi cuerpo trata de contenerse pero no logra hacerlo. No queda nada dentro de mí, soy solo carne; mi difícil relación con el mundo y conmigo misma me ha condenado a la soledad que ahora creo disfrutar. Tal vez termine como ese hombre alzado del suelo con las manos cruzadas sobre su estómago que al fin descansa-no sé si en paz- mientras me consume la odisea de la locura.
Sí, fui confinada a la miseria por mi irreverencia, por mí verdad, por ser un sujeto transparente y defensor de lo justo, de lo fantástico- porque estos dos no son tan aislados como parece- en esta sociedad donde no es la realidad la que se esconde sino los hombres los que se cubren con las manos los ojos. Me agotó el ir en fila india a diario y después de callar, grité todo lo que mi estomago guardaba. Nadie escuchó y por eso anhelo que María también lo haga, que aúlle como lo hice, porque tengo la seguridad de que la vida no está en esta esfera celeste que llaman tierra, la vida está en otra parte. Shh… ¡silencio! ......
Alice Reyes
ahhh no. quede sin palabras. simplemente maravilloso. te amo .
ResponderEliminarEn ciertos momento de la vida, somos todos aquella dama del silencio, no solo por lo obvio, sino por lo que no lo es tanto.
ResponderEliminarLos miedos e inseguridades que tenemos son mas potentes que la fuerza de gravedad que nos ata a la tierra y no nos deja soñar de la misma manera, no nos deja dar ese grito desesperado que tanto necesitamos. Yo también anhelo poder dar ese grito liberador en algún momento. Hermosas letras!