martes, 22 de febrero de 2011

Pero no nos dejemos inspirar por la cólera
(Ya Homero hizo lo suyo
Sin hablar de Céline y Jean Genet).
Seamos fríos y lúcidos: esto, después de todo, es un poema que leerán no pocas personas deseosas de a- enriquecimiento interior, b- placer estético.
En cuanto a b-, distinguimos roectores de biblioteca, harto me temo que os pasará como a mi tía cuando la pobre inocente escucha a Stockhausen con venerables orejas rellenas de Schubert y Puccini, con lo cual KATASTROF. Por lo que toca a a-, tres a seguidas es feo, eso no se hace, dice un señor de b- , nadie se enriquece leyendo si a la vez no es capaz de chupar un durazno aprovechando que tiene una mano libre para llevárselo a la boca, si no hace el amor entre dos páginas, si no se asoma a la ventana para saber que cincuenta niños murieron quemados el último mes en la zona de Saigón y que en Biafra los nigerianos ayudados por el muy noble Reino Unido degollaron a todos los heridos de un hospital; ¿habrá que repetir, profesor Papalino Zeta, que la literatura no es terreno privilegiado en el sentido escapista que tanto conviene y adorna?

Biafra y erotismo, los chorros de napalm y los Juegos Venecianos de Lutoslavski: la poesía sigue siendo la mejor posibilidad humana de operar un encuentro que nadie describió mejor que Lautréamont y que puede hacer del hombre el laboratorio central de donde alguna vez saldrá lo definitivamente humano, a menos que antes no nos hayamos ido todos al quinto carajo.



Último Roud v.1 Julio Cortázar

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