La madrugada aún fría, al ver la niebla espesa a través de la ventana entiendo que no es momento de levantarme, las cobijas aún calientes, mi cuerpo estático al igual que mi lengua, la cual no ha pronunciado palabra desde el día anterior y una boca que guarda la saliva amarga y espesa generada por unas cuantas horas de sueño.
Cierro los ojos y comienza un viaje dentro de mí, me desconozco un poco más que ayer y me detengo un momento en mi estomago vacío, algo ha cambiado, lo siento más vivo, alterado, conmovido, sobresaltado. Ese nido caliente, suave y acogedor ansía ser ocupado pronto.
La sangre que habita la tierra, la misma de la que se alimenta todo ser viviente, es la que fluye en mi cuerpo y lo transforma, se torna más vivo, más sensible, más profundo. La luna y yo, de nuevo somos una sola, las dos nos acariciamos y añoramos sentirnos protegidas, somos tan simples, tan débiles, tan indefensas, tan humanas.
Sangre en los ojos, en los labios, en los pies, en el deseo, en las lágrimas y en esa sonrisa de hermosos colores que solo es interpretada por algunos mortales.
Vida.
ATERCIOPELADOS
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Álbum: Rio
Esos días de sensibilidad, tan inevitables, tan hermosos, tan desdesperantes...
ResponderEliminarEs esa sangre ardiente que está en nuestro vientre esperando. Siempre espera, porque da la vida, porque hace que tengamos la capacidad de traspasar el legado de la existencia...
Sólo la luna podrá comprendernos.
esos días para conocerse...
ResponderEliminarLauris gracias por ser la participante mas activa de este blog!! de verdad nos hace muy feliz que le dediques tiempito a nuestras palabras.